Le pertenezco al conjunto de
todas las cosas
a la ineptitud de los sentidos
como al placer de contemplarlos
le pertenezco a la vida toda
al olivo y su sabor amargo
al encanto de la rosa
donde liban el néctar las abejas
al descabellado desequilibrio
de una humanidad desfalleciente
al tiempo de demora
al de llegada, y al de partida
le pertenezco a él sin cautiverios
de pasado, ni futuro
soy caminante aviesa de todas
las formas de libertades
y en el cumulo del amor pongo
las bases.
El sentido de pertenencia que me
da la tierra y sus frutos, 
sus mieles, los suspiros quietos
y gastados
y desde todos las desprolijidades
de antaño
con los destinos cumplidos y frustrados
pero en la lealtad de mi compromiso
por los que mi humanidad requiere,
dejo para este mundo simiente.
Le pertenezco al cambio rotante
de todas las grandes potestades
que comienzan en un grano de
mostaza para saborizar la carne
donde mora el espíritu;
ni a mi madre, ni a mi padre,
ni a mis hermanos, ni a él, ni siquiera
a lo preciado y precioso de mi hijos,
sangre de mi sangre les pertenezco
porque soy solo una pasajera
clandestina en la materia,
pero más allá de la ilusión demoledora
donde habita la luz de
todas las cosas
allí, le pertenezco con cuerpo y
con alma, sin desafíos, ni pompas
allí, en la inmensidad sin sombras,
sé que estoy y soy
en todas las cosas.

Myriam T.Mena-Geringer.