A que tenes miedo

24.02.2015 10:45

¿A que tenemos miedo?

Necesitamos entender qué es el miedo para poder vivir alejados de sus ataduras y límites.

No hablaré aquí de lo que se ha venido a llamar “miedo útil” o “equilibrante”, ese miedo que nos impide poner la mano en el fuego o dejar caer nuestros pies en el andén de la estación cuando está llegando el tren. No lo voy a hacer porque creo que eso, como bien dice Eckhart Tolle, no es miedo sino sentido común. No metemos la cabeza en el horno encendido por miedo a quemarnos, sino porque sabemos que nos quemaremos.

De lo que voy a hablar aquí es del miedo inútil, paralizante, de ese miedo que hace que no podamos avanzar, que creemos inmenso y real, poderoso y abrumador. Me referiré a la energía del miedo desde un punto de vista holístico, y me centraré únicamente en el miedo tóxico que impide que podamos mostrar nuestro verdadero potencial, nuestra naturaleza.
 
 
 
El miedo es un pensamiento generado en el cerebro límbico y que se desarrolla en el ámbito de la personalidad y, por tanto, del ego. De ahí que la afirmación de Osho “donde hay vida, hay miedo”, tenga todo el sentido.

Desde un punto de vista energético, ubicamos el miedo en los tres primeros chacras o chacras inferiores, los de nuestra personalidad, si bien esta energía puede extenderse por todo el sistema, alcanzando los chacras superiores.

Chacra es una palabra sánscrita que significa rueda; los chacras son vórtices o ruedas de energía que se sitúan en nuestro cuerpo y que contienen información y enseñanzas específicas relativas a nuestra personalidad y nuestra alma, y que se relacionan con determinados órganos y glándulas endocrinas. Disponemos de 7 chacras principales que se distribuyen desde la base de la espina dorsal hasta la coronilla, aunque los antiguos textos budistas hablan de la existencia de unos ochenta mil chacras en el cuerpo humano.

Cuando tenemos miedo a guiarnos por nuestra intuición, enseñanza propia del sexto chacra —situado entre nuestras cejas—, no confiamos plenamente en nosotros, tenemos miedo a ser quienes somos, y estos son dos temas propios del tercer chacra —ubicado a la altura del plexo solar—, centro de nuestra personalidad, ego y autoestima. Para poder entregar nuestra voluntad a la Voluntad Divina sin miedo, energía del quinto chacra o chacra de la garganta, necesitamos confiar y creer previamente en nosotros mismos, ejercitando actos de voluntad y poder individual: de nuevo, tercer chacra. Estos son solo dos ejemplos de cómo, aunque el miedo se origina en nuestra personalidad, puede extenderse —y de hecho así ocurre— por todo el sistema energético.

El miedo tiene su origen en nuestra memoria y en el tiempo, pasado y futuro. Es un pensamiento que hemos creado, aprendido en un momento determinado de nuestra historia y que nos lleva al recuerdo de lo ya acontecido y al futuro, es el famoso “¿y si…?”.

Lo relevante al conocer la naturaleza del miedo es que al ser un pensamiento que hemos aprendido, tenemos capacidad para desaprenderlo, y eso, a mi modo de ver, es una gran noticia.

Los miedos son conscientes, subconscientes e inconscientes. Cuando somos conscientes de que tenemos miedo podemos, en ejercicio de nuestro libre albedrío, elegir avanzar pese al mismo o quedarnos quietos, dándole valor y autoridad. Cuando está en el subconsciente, con un esfuerzo de atención, podemos llevarlo al consciente y de nuevo elegir qué queremos hacer; y cuando se encuentra guardado en nuestro almacén inconsciente, podemos desarrollar actitudes, comportamientos y patrones de conducta que tienen su origen en miedos de los que no somos conscientes. No es el primer caso que conozco de la mujer que se repite a sí misma y a todo el que la quiere escuchar que no cree en las relaciones de pareja y que prefiere estar sola manteniendo relaciones esporádicas y superficiales en las que no exista la mínima implicación emocional, pero que, a través de distintas técnicas que trabajan con el inconsciente, ha descubierto que lo que sustentaba su actitud era solo miedo, pánico incluso a ser abandonada o rechazada, a no ser querida y aceptada.


Muchos autores y expertos, al analizar la tipología de los miedos, concluyen que todos ellos, sean cuales sean, van a terminar en uno único: el miedo a la muerte. Desde mi punto de vista, existen tres miedos principales que son los desencadenantes de todos los demás.
  • Miedo a la muerte al cambio.

A menudo nos olvidamos de que en el Universo todo está en constante cambio y transformación, no hay nada que permanezca, nacer y morir es una constante. Al reconocer y aceptar la idea de que todo cambia, limitamos de forma automática el poder de todos estos miedos.

  • Miedo a ser quien somos.

Tenemos miedo a reconocernos, a desplegar nuestra verdadera naturaleza. El miedo a sernos impide ponernos en el sitio que nos corresponde, nos impide manifestar nuestra esencia. Cuando nos reconocemos, nos amamos y nos permitimos ser quienes somos, le decimos adiós al miedo.

  • Miedo a ser abandonados.

En un sentido más profundo, el miedo a ser abandonados simboliza el miedo a perder la conexión con lo Divino. Sentir que somos Uno con la Unidad nos hace transcender, yo diría que no solo el miedo al abandono sino cualquier miedo que aparezca en nuestra mente inferior.
El miedo en sí mismo no tiene poder; el problema radica en nuestra tendencia a identificarnos con esos pensamientos de miedo. Poco a poco vamos dándole forma a esa idea hasta que llegamos a creer que el miedo es real. Y yo te pregunto, ¿qué ocurriría si hicieras lo que te da miedo?

En las charlas que doy sobre el miedo, me refiero al mismo como si fuera un “bichito” que, cuando estamos creando, tranquilos, viviendo el momento presente y permitiéndonos desarrollar todo nuestro potencial y nuestros sueños, aparece en nuestro interior para decirnos: “¿Cómo puedes pensar en cambiar de trabajo?, ¿y si no consigues ser capaz de hacer eso que dices que quieres?”. “¿Dejar la relación? Te vas a quedar solo y será muy difícil que con la edad que tienes encuentres a otra persona”. “¿Arriesgar ahora y comprar una casa?”.

No hagas esa pregunta, se van a reír de ti, pensarán que eres estúpido”. Una vez recibido el mensaje, lo más frecuente es dar autoridad a ese “bichito”; dejamos entonces de crear, nos desconectamos del momento presente y nos vamos a un hipotético “y si”, dejándonos gobernar por un pensamiento limitativo que nos separa de golpe de nuestra verdadera naturaleza, infinitamente creadora y sabia.

No debemos olvidar que los pensamientos de miedo nos llevan al futuro —y el futuro no existe— o al pasado —y el pasado ya fue.

¿Cuándo tenemos miedo a perder el trabajo? Cuando tenemos trabajo. ¿Cuándo tenemos miedo a enfermar? Cuando estamos sanos. ¿Cuándo tenemos miedo a que nos abandonen? Cuando estamos acompañados.

El miedo no puede tener autoridad en nuestras vidas, porque el miedo es solo un pensamiento que aprendimos en un momento, un pensamiento que nos limita y boicotea, que nos paraliza hasta el punto de hacernos creer que somos ese miedo. ¿Qué ocurre cuando hacemos lo que más nos asusta? La respuesta es sencilla: nada. Cuando actuamos, cuando tomamos las riendas, el miedo no actúa, el miedo se evapora. Si tengo miedo a hablar en público y actúo, es decir, si hago lo que me da miedo, podré hacerlo mejor o peor, pero cuando esté en acción, hablando ante un público, no habrá miedo.

 
Autor: Almudena Migueláñez